martes, 23 de abril de 2013

Promiscuo

     Cuando se trata de libros soy un promiscuo irremediable. ¡Cómo negarme al calorcito que produce en el corazón un gran amor bien (d)escrito! ¡Cómo negarme al éxtasis que se alcanza cuando el enigma de un giallo es resuelto! ¡Cómo negarme ante la risa incontrolable proveniente de un texto humorístico o ante la empatia que se siente cuando el héroe, o la heroína, te lleva consigo a través de parajes desconocidos, de situaciones totalmente adversas, pero haciendo que te entregues por completo a su bandera, a su ideal!

      No puedes decirle que no al Rey Arturo cuando te ofrece una silla en su Mesa Redonda. No puedes evitar girar la vista para ver cuando el vapor de la alcantarilla levanta la falda de Marilyn. No puedes pensar en un mundo podrido cuando Lennon te pide que imagines junto a él.

      Y así como todos esos imperativos inapelables, se te presentan los libros: te someten a la ardua tarea de elegir, de priorizar, pero siempre, siempre vas a terminar amando a más de uno.

      La monogamia es cosa de humanos. Afortunadamente, la lectura nos convierte en algo más elevado.