viernes, 23 de noviembre de 2012

Fugaz Erudición Electrónica

En el minuto uno, apareció el primer hipervínculo en la pantalla, cortesía de su proveedor favorito de conocimiento instantáneo. En el minuto treinta, ya su mirada había recorrido imágenes de un continente entero, en su mente ya había nombres, melodías y frases de todo un pueblo. Una hora después, era un erudito, un sujeto cosmopolita, curtido de cultura mundial y conocimientos básicos de varias materias (y al bajo precio de un click, o varios de ellos, pero poco más). Era sabio.

Entonces se fue la luz, la pantalla dejó de brillar y en su mente solo quedó el pensamiento de que ya era hora de cenar. Volvió a ser un hombre común, con necesidades comunes.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

10



 Diez veces dejé que parte de mi alma –y a veces de mi mente- se reflejaran en una pantallita virtual que sabe vender mundos mejor que cualquier publicista, casi tan bien como un Cortázar, aunque todavía le falta. ¡Llegó la décima, llegó la décima! Y yo que dudaba incluso que pudiese venir una primera.

Era cuestión de tiempo que los pequeños fragmentos de mi vida, los signos –en solitario o acompañados, siempre bien acompañados- que la conforman, quisieran salir a conocer el mundo. Ya estaban hartos de ser siempre escritos, leídos (por mí y todos mis yo) y desechados.

Una vez, un grupo de ellos que estaba precariamente acomodado en una hoja de esas que tienen rayas para inducir a la normalidad dentro de la creatividad –como si eso fuera posible, o tan siquiera sensato-, quiso rebelarse. En lugar de dirigirse silenciosa e inercialmente al envase de los errores, rebotó en el borde y se quedó en el suelo. Me retó a volverlo a lanzar, a volverlo a clasificar como desperdicio. Entonces decidí dejarlo ahí. Le permití ser el grupo rebelde contra mi mano juzgadora y no lo envié al calabozo de la derrota.

Ese día decidí comenzar a publicar, o por lo menos a desechar en un lugar más visible. La hoja rebelde y las palabras que contenía me demostraron que ya estaban listas para sonar de manera diferente, en la voz de otros cantantes, así que ya no podía seguirlas sometiendo al encierro.

Y aquí estamos… diez veces después de eso.

lunes, 27 de agosto de 2012

Soy venezolano, e sono italiano


Soy venezolano,
e sono italiano.

Me encanta desayunar
arepas, cachapas, empanadas.
Per il pranzo preferisco,
il brodo, la pasta, il pane e la frutta

Ho, a volte, questi ricordi
Queste sensazioni di antica grandezza
che solo ha una persona cresciuta
dove anche l’aria parla di arte
dove ci sono trofei di tante battaglie,
dove si puó rivivere la storia in ogni strada.

Otras veces, soy un poco más terrenal.
Me interesa graduarme,
quiero salir a trabajar.
Tengo en mí, un vestigio
de esa necesidad de liberarme del yugo
y vivir de prisa, creyendo que voy a mi ritmo.

Tengo grabado en los ojos
el amarillo del Araguaney,
el verde del Ávila y a Simón…
A Simón y a Miranda los tengo más bien en la mente.

Ma nel mio sangue,
anche  c’è un po’ di vino.
Nei miei pensieri,
c’è il porto, c’è l’amore per la famiglia
c’é l’addio, la malinconia,
c’è una storia che mi piace vivere come se fosse mia.

Amo la lengua española,
heredada también,
ma l’italiano mi ha diviso il cuore.
Non posso leggere “amor”,
senza pensare a Dante e Beatrice.
No puedo leer “natura”,
sin pensar en Canaima.
Aunque Macondo me gusta más.

¿Quién soy? Chi sono?
Sei tu. Eres tú.
Mai ci sará un’unica risposta.
¿Nací de la familia equivocada?
O invece sono nato nel luogo sbagliato?
Mentre sono qui,
siempre seré un poco de allá.
Mientras esté fuera,
Sempre saró un po’ lo straniero

Una doppia vita,
un doble sentir,
a volte ho due case,
y a veces no tengo ninguna.

Un sangue misto,
di due acque diverse,
che convivono nello stesso corpo.
Dos herencias, dos culturas
para una sola mente

Saró Alessandro,
Seré Alejandro,
Alexandro.
Mai saró uno solo,
pero siempre seré todos ellos.

Sono italiano, non venezuelano.
Soy venezolano, no italiano.
Quello che sono… Soy Italo-venezolano.


AT – 24/03/2012

domingo, 29 de abril de 2012

No soy escritor


Me gustaría poder crear mundos maravillosos,
escapar de la realidad
de ese universo programante en el que vivo.


Me gustaría poder crear personajes entrañables,
de esos que los niños admiran mientras les dura la inocencia,
de esos que adornan las tapas de los cuadernos,
que están en las carteleras, en etiquetas y en las puertas de las neveras.
También quisiera ser el padre de sujetos eternamente enamorados,
de psicópatas, de nobles corruptos,
de princesas y odaliscas.
Pero no soy escritor.


Tengo una tendencia natural a abstraerme de la vida,
y ocuparme de reflexionar sobre cosas trascendentales: 
El amor, la verdad, lo que (no) soy, lo que eres y los sueños. 
Cosas trascendentales... para quién?
Esa es otra de las aguas en las que me gusta navegar, 
y perderme (o encontrarme) navegando.


Cuando me enfrento a una situación,
siempre veo la dicotomía que encierra.
Cuando leo una palabra,
Siento su sabor y percibo su color.
Los sonidos, los aromas... 
Todo se me presenta de una forma casi onírica,
aunque real en su esencia.


Las frases, las ideas, las analogías
y, claro, también las metáforas
me enamoran, me seducen y a veces,
solo en ocasiones muy contadas,
si las trato amablemente, ceden ante mis pedidos


Sin embargo, tenemos una relación rara.
Siempre estamos en contacto, pero cuando me tropiezo con ellas
Es como si nunca nos hubiéramos visto.
Será que se visten con una tela distinta cada vez?
Parece divertirles confundirme, jugar conmigo
Hacerme creer que me obedecen,
Cuando en verdad el subordinado a ellas soy yo.


Lo peor es cuando las escucho en otra voz, 
O las veo nacer de otras manos.
En esos momentos lucen tan bellas,
tan brillantes, tan ordenadas, tan eficaces...
Creo que lo hacen a propósito.
Quizás, es su manera de humillarme,
el obedecer a otros en mi presencia.


A veces siento que es eso,
Pero otras veces son tan benévolas conmigo
Que me cuesta, me cuesta mucho imaginármelas malvadas y confabulando para torturarme.
Porque siempre me acompañan,
Aunque sean creadas fuera de mi taller,
Y especialmente cuando son así, extranjeras,
Tienen un efecto potentísimo en mí.


Probablemente eso influye.
Cuando están en mi papel, saliendo de mi boca,
Tiendo a amarlas, pero en silencio.
No se los digo porque es un amor inseguro, 
es un affair que podría convertirse en algo serio,
Pero que todavía no sale del anonimato.


Y el querer ser expuestas es algo intrínseco de ellas,
No puedo encerrarlas, reducirlas a un secreto
Ellas tienen que ser dichas, escritas para hallar su raison d'être. 


Por eso cuando están con otro, 
lucen tan bellas para mí,
Para que yo vea de lo que me estoy perdiendo.
Porque a fin de cuentas, yo no les doy el lugar que merecen.
No abiertamente.
Porque yo... Yo no soy escritor.

sábado, 31 de marzo de 2012

Amore mio

Yo no te voy a pedir amor
porque no quiero que me duelas.
Tampoco quiero
dicha, alegría prefabricada
                     premeditada
hecha.

Terminaría aburriéndome
ca(n)sándote conmigo
dándote nada y prometiendo todo.
Te abriría
               una caja de Pandora.
La llenaría con fotos,
con tús y yos, con restos
De cascadas, de pintura, de flores
Con fragmentos de espejo
para mirarnos como éramos
como si no quisiéramos ser más
             sin esperanza
Recordando y nada más.

Eso es....
Trillado, excesivo, inherente a lo humano.
Me recuerda un poco al reloj
¿Recuerdas cuando te pedía que te quitaras el reloj?
No quiero saber la hora
                ni que tú la sepas
quedarme estancado
en un futuro pasado
obligarnos a permanecer
inmutables, inertes
relojeros, cafeceros y jornaleros

Nos quiero en Roma, en París
una baguette con formaggio
con salami dolce e vino
Sobre todo vino.
Saltando en bungee,
bailando con la nieve,
Viviendo
              fuera de esto.

Mejor existamos,
en el mar, en la noche del puerto,
en esa estrelllita que me gusta
y es tuya.
No nos amemos, no nos dañemos.
No nos nombremos.

Si me necesitas,
quiero ser silencio.
Que no me llames,
no me busques.
Llegar de sorpresa,
salir de la caja que te haría
y ser mejor que el espejo,
las fotos y los pétalos de flor.

Tomarte
             improvisando.
Sonreír con picardía.
Una mirada, tu beso de chocolate

Oh, mon chéri.
Y luego...
¿Te digo lo que quiero entonces?
Existir contigo
                     Por lo tanto, callar.  

lunes, 12 de marzo de 2012

Mi molesto “otro yo”, ¿también soy yo?

     En su cuento titulado “William Wilson”, el escritor americano Edgar Allan Poe pone en escena, a través de una trama intrigante, un tema íntimamente relacionado con la naturaleza del ser humano: la tensión y el carácter complementario existentes entre la conciencia y la pasión, la moral y el instinto. Al ser un tema tan interesante, ha estado presente en casi todas las expresiones de cultura a nivel mundial y como prueba de esto, está el también cuento del venezolano Ednodio Quintero, titulado “El Agresor Cotidiano” que, a pesar de tener una extensión mucho menor que el cuento de Poe, trata el tema con una profundidad y una perspectiva muy similares.

     La primera historia, la de Poe, comienza presentándonos a un narrador, que se hace llamar William Wilson, que decide relatar la historia de su propia vida haciendo énfasis en un detalle en particular: la presencia constante de un personaje que comparte su mismo nombre, sus mismos datos personales y hasta su misma cara. Pero lejos de presentarse como un personaje pasivo, este segundo Wilson está en continua competencia con el Wilson narrador, vigilando cada paso que da, recordándole lo que está bien y lo que está mal, lo que nos lleva a entender a lo largo de la historia que es su conciencia. Por otra parte, en la segunda historia, se presenta un narrador anónimo que también está envuelto en una continua lucha con el otro que ha tomado demasiada relevancia en su vida y ahora debe ser destruido, debido a la repulsión que causaba.

     Se puede decir que, a pesar de compartir características como el narrador en primera persona, hay notables diferencias entre ambos cuentos. Una de ellas es el tipo de lenguaje usado, que en “William Wilson” es complejo, anticuado y emotivo, con presencia del discurso directo en contadas escenas (diálogo entre ambos Wilson, diálogo narrador-lector), mientras que en el cuento de Quintero es un lenguaje más moderno y manejable, distanciado y sobrio, por lo cual pierde un poco de dramatismo en su narración. Otra diferencia destacable es el uso de las descripciones, que en el cuento de Poe son extensas y vienen acompañadas por referencias culturales e históricas, logrando así conectar al lector con un contexto muy específico; mientras que en “El Agresor Cotidiano” las descripciones son menos precisas y van directo al grano, ofreciendo al lector una visión general de las situaciones, fomentando tal vez un mayor esfuerzo imaginativo de su parte. Además, por muy similares que parezcan los finales (confrontación violenta entre ambos), hay que destacar una diferencia: el final del cuento de Quintero es un final abierto, no queda claro el desenlace y por ello queda como un estímulo al lector, quien interpretará o tratará de darle un cierre usando su propia imaginación.

     Por otro lado, apartando las diferencias, las semejanzas entre ambos textos son evidentes y además del uso de comparaciones de tinte metafórico y de descripciones, hay una que resalta por sobre el resto: el epígrafe. Esa pequeña frase al inicio del cuento, que sirve como clave de lectura para hacer que el lector entienda mejor el tema, es un recurso muy útil y tanto Poe como Quintero parecen coincidir en eso. En “William Wilson”, el epígrafe es una frase de Camberlayne referida a la conciencia, lo cual desde un primer momento pone al lector sobre la pista de que el segundo Wilson no es otra cosa sino la conciencia del primero. Mientras que en el cuento de Quintero está referido al espejo y más precisamente al hecho de encontrarse a sí mismo al mirarse en él, y se relaciona con el final del cuento donde uno y otro están confrontándose hasta que se dan cuenta de que se hallan, en la misma posición, uno frente al otro.
     
     Pero, ¿qué quería decirnos Poe al presentarnos “la muerte de la conciencia”?¿Qué quería expresar Quintero con el “efecto espejo” del final? Tal vez al presentarnos la dualidad existente en sus personajes, ambos autores buscaban hacernos partícipes de esa gran realidad de nuestra naturaleza humana: en determinados momentos de la vida, podemos sentir que somos otra persona y que esa otra persona nos resulta desagradable o contraria, pero a fin de cuentas ese alguien que nos estorba es sólo una parte de nosotros mismos. Sin importar si domina el instinto (caso de William Wilson) o lo racional/moral (caso del narrador del cuento de Quintero), ambas partes conforman un mismo ser: cada uno de nosotros. Y, al presentarnos la muerte de la conciencia como la muerte de una parte de nuestra propia alma o al mencionar la sorpresa de descubrir al otro levantando el hacha igual que el yo, los dos autores podrían estarnos invitando a la reflexión sobre el carácter permanente que debe tener esa lucha entre uno y otro, podrían estarnos diciendo que en lugar de verlo como una lucha, debemos entenderla como una tensión complementaria o balance. Quizás quieren que entienda que mi molesto otro yo, también soy yo.

domingo, 4 de marzo de 2012

La astrología: ¿instrumento útil para la vida o instrumento para manipular a la gente?

Más que hablar o poner en tela de juicio si la astrología debe ser respetada como una cosa real y confiable, mi intención es expresar un hecho que me parece más grave sobre el tema: la gran manipulación de la cual son víctimas las personas inseguras que buscan alejarse de sus problemas y miedos, escuchando predicciones de un futuro mejor.

Si bien nuestro universo puede ser demasiado complejo y esconder muchos secretos que la mente humana no es capaz de entender, también es cierto que la mayoría de estas personas (astrólogos, videntes y muchos etcéteras) no son más que actores que quieren hacerse un negocio diciéndole a las personas lo que quieren escuchar, y usan los medios audiovisuales para asegurarse un mayor éxito. Y esto es posible gracias al modo de vida actual, donde todas las personas reciben una gran cantidad de información (verdadera o no) que son libres de creer o no.

Entonces, los hechos son estos: vivimos en una sociedad llena de problemas, donde la gente se siente insegura y esta misma gente es la única responsable de escoger en qué creer... y la gente insegura, por motivos externos a ellos mismos, no siempre hace las mejores elecciones.

¿Hay una solución? Creo que tenemos dos alternativas: Ser personas más seguras de nosotros mismos, creer que somos los únicos responsables de nuestro destino o... hacer de la astrología una cosa mística que sea más realista que comercial, como era en la antigüedad. Aunque, en mi opinión, ambas cosas son casi igual de imposibles.

martes, 14 de febrero de 2012

San Valentín

Corrió, corrió, corrió… y luego de muchas gotas de sudor que empezaban a reunirse en su frente, y de un molesto dolor en sus piernas de tanto correr, llegó al lugar. Ahora qué le diría, ese era el problema. Todo debería quedar claro con la hermosa rosa roja que tenía en la mano derecha, y si eso no bastaba, entonces el osito de peluche que traía en la izquierda debería ayudar. “Una imagen vale más que mil palabras” fue lo que él escuchó decir muchas veces, y bueno, si verlo con los estereotipos más bellos (que no más sabrosos, ni más románticos) de amor en las manos no bastaba, ni siquiera el poema que había escrito la noche anterior le iba a servir.

En cualquier momento ella bajaría y atravesaría esa puerta que estaba a solo unos pasos de sus pies, pero a kilómetros de su corazón, y es que cada centímetro que lo separaba de ella se volvía una yarda, se volvía una pista de atletismo que debía recorrer sin tiempo qué perder. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había llegado allí? Se miró la muñeca, pero el reloj no estaba… ¡como siempre que se trataba de estas cosas! Pero quizás era mejor así, se secó la frente, se sacudió la camisa y se frotó las manos en el pantalón para quitar el nervioso y discreto sudor que tenía en ellas. En cualquier momento llegaría. Volvió a mirarse la muñeca, por instinto más que nada. Y entonces caminó en círculos alrededor del eje de la ansiedad, del estar expectante.

Miraba al suelo, miraba la puerta del edificio de Aulas de donde saldría su musa, pero todavía no pasaba nada. Miró la rosa, tranquila, como si no hubiese pasado nada de tiempo, y luego miró al osito: ojos brillosos, sonrisa eterna. Si es que era idéntico a ella. Cómo iba a hacer para entregarle eso que tanto se le parecía, ese era el problema. Cómo regalarle un reflejo. Eso definitivamente no era original. Todavía quedaba tiempo para pensar, pues ella aún no cruzaba el umbral, y empezaba a hacerse pesada la espera. Miró la rosa, miró al osito, se miró la muñeca y nada. Las campanas seguían sonando, ¿cuántas veces más iban a sonar?

Ella se asomó por la ventana del salón donde estaba, ahí un piso más arriba, y vio que él venía corriendo con unas cosas en la mano. Se había decidido a confesar lo que ya se había confesado por sí solo desde hacía tiempo, cuando hablaban a solas. No tardó nada en tomar todo lo que tenía sobre el escritorio y bajó corriendo también. Entonces llegó y lo vio aterrizar allí, al otro lado de la puerta, como un ángel que venía a guiarla en el camino más divino… pero la carrerita le había dejado gotitas en la frente y un dolorcito en las piernas. Así no podría salir a recibirlo, y se secó, se frotó las manos en el pantalón y tomó un profundo respiro antes de salir.

¿Cuánto habría pasado desde que bajó de su salón? No demasiado, pues aún no terminaban de sonar las cinco campanadas que anunciaban la hora. Salió a su encuentro y se abrazaron, tomó la rosa y se la pasó frente a la nariz, tomó el osito y no pudo contener un beso de agradecimiento. Mientras se besaban él, con sus manos, sujetó las de ella, las atesoró. Y los talones de ella desafiaron a la gravedad a la par que lo hacía su espíritu. Se abrazaron de nuevo.

Un beso, un abrazo, un par de manos unidas, con una rosa en medio, y un osito de testigo. Las campanas terminaron de sonar y entonces los dos rieron.

- Anoche te escribí, te soñé, trate de retratarte… pero siempre se me parecía demasiado al osito. Te amo porque tú eres lo que mis poemas buscan, tú eres lo que mis ensayos presentan y nunca encuentran. Te amo porque a pesar de no saber escribirte, yo sí te puedo encontrar. Estás aquí... - y la besó de nuevo

jueves, 9 de febrero de 2012

Leyendo aprendí... A hacer un comentario de texto

Cuando empezaba en la universidad, uno de los primeros retos fue sin duda alguna el tener que escribir con una finalidad académica. No es lo mismo escribir vidas que escribir amores, y si extrapolamos esto podemos decir que definitivamente no es lo mismo escribir fantasía que escribir de forma dirigida.

En un comentario de texto se busca reseñar, con cierto grado de detalle, tanto los argumentos presentados por un autor como la forma en la que los presenta, tratando de justificar o de explicar los efectos que causan sus estrategias sobre la mentalidad del lector.

Aquí, un ejemplo de comentario redactado por mí hace un tiempillo: Comentario de Texto: "Lo que enseñan los cuentos" de Fernando Savater, por AlexTal

Hasta otra,
AT

miércoles, 25 de enero de 2012

A ti, a quien sobrestimé

En mi papel, eras luz
eras alguien sin comparación,
eras ángel, eras tú
eras lo que nunca tuve (y aún no tengo)

Te proyecté como te quería,
te desdoblabas y eras dos,
eras tú pero a veces eras yo,
eras lo que estás dejando de ser

En ti, me descubrí
Contigo, lloré
Gracias a ti, reí
Y junto a ti, junto a ti, volé

Mal me sentí cuando ya no eras,
Peor cuando ya ni estabas,
Pero sé que algún día entenderé
Que no eras tú lo que esperaba

Que no eras tú lo que veía,
que no es por ti que yo saltaba,
que no eras tú lo que creía,
que no eres tú lo que pensaba.