A pesar de tu tentadora oferta
violenta,
sobreponiéndome a tu abuso y a
tu represión,
haciendo caso omiso de tu mano
dura,
ejercí mi derecho y cumplí mi
deber.
Millones de voces resonamos en
una sola,
en la voz de la esperanza,
indignada de ser ignorada,
pero sobre todo, dispuesta a
ser escuchada.
Se acabó tu tiempo,
Arbitrariedad.
Se acabó tu tiempo,
sodomizador de voluntades.
Se acabó tu tiempo.
Eso pensábamos.
¿Qué podíamos hacer los manos
blancas?
Se nos quitó la dignidad, se
nos reprimió con fiereza,
contra el muro de hierro había
poco qué hacer,
contra las armas impunes y
malditas,
contra el bozal de arepas,
contra la desinformación.
Estábamos vencidos.
Eso pensábamos.
Llegó el turno de la Academia,
la casa del conocimiento
No te convenía que nadie
formara conciencia crítica,
porque se darían cuenta de tu
farsa,
de tu hipocresía, de tu ficción
continua
Pero te olvidaste de nosotros,
los que ya te conocíamos,
se te olvidó que seguíamos
aquí,
y que Newton tenía razón en su
tercera ley.
Eso pensábamos.
(Continuará... O, con suerte, quizás no)