“Si desapareciera la literatura no
perderíamos un arte, sino el alma”
Fernando Savater, Lo que enseñan los
cuentos
Hace casi tres meses,
Gabriel García Márquez desapareció físicamente del lugar mundano que tantas
veces él hizo fantástico ante los ojos de ávidos y numerosos lectores que, como
yo, encontraban en su obra una magnificación de la cotidianidad digna de
admiración. Describir el propio entorno con la perspectiva mágica que imprimió
en cada texto es muestra más de que la ficción, al igual que otras manifestaciones
artísticas, no tiene como finalidad la simple representación de la realidad
sino que, a través de la representación, es capaz de retar los esquemas que la
definen y de proponer nuevos esquemas, además de nuevas dimensiones
(fantásticas, mágicas, ficcionales) en los que debe ser entendida.
Desde inicios de
este año, casualmente, se han estado realizando actividades para celebrar que
se cumplen cien años del nacimiento de Julio Cortázar, un grande escritor que
también se ocupó de retar, en cada uno de los textos que componen su exquisita
obra literaria, los esquemas en los que se encuadra la realidad. En su caso, la
propuesta no implica la magnificación de la realidad como en el caso de García
Márquez, sino la incorporación de elementos fantásticos en la cotidianidad, de
forma que esta, a pesar de la reticencia y la incomodidad inicial, termina
adaptándolos y aceptándolos como parte de sí misma.
La relación que
tuvieron ambos escritores con la realidad hizo que la coincidencia de la
celebración cortazariana con la despedida garciamarquiana despertara mi
interés. Fue así como decidí que era una casualidad que no podía dejar pasar
por alto, que tenía que convertirse en causalidad para transmitir el mensaje de
estos dos grandes y reflexionar, por qué no, sobre el acercamiento que
emplearon en sus respectivas ficciones al mundo real. Sobre todo porque, en lo
que va de año, el escenario nacional ha tomado oscuros matices fantásticos que
nos han estado desconectando de los asuntos del alma, del entendimiento del
carácter humano que la vida tiene.
Un campus
universitario en el que las virtudes predilectas son la precisión y la
exactitud, la profesionalidad y el rigor de la actividad científica, en el que
los problemas políticos, sociales y económicos inundan los espacios casi imperceptibles
que la búsqueda de la excelencia académica deja libres, se convirtió entonces en
el palco escénico que cuatro lectores tuvimos para rendir nuestro
homenaje a Cortázar y García Márquez, los dos grandes detrás de los
protagonistas. Con “Cien años de… Cortázar”, actividad enmarcada en la XXVII
Semana de Estudios Generales de la Universidad Simón Bolívar celebrada el pasado mes de junio, exploramos la
trascendencia que tuvieron ambos autores para la literatura latinoamericana
pero, no habiendo este hecho satisfecho nuestra ambición, le presentamos a la
audiencia el carácter lúdico de la literatura, algunas anécdotas de cómo y
cuándo nos acercamos a esas fantásticas obras, y nuestra personalísima forma de
entenderlas.
Fue una
experiencia muy grata, mas no por el educado aplauso final o por la diligente –y
disciplinada- atención que los jóvenes asistentes brindaron, sino por el hecho
de que para muchos de ellos, y me atrevería a afirmarlo en nombre de los cuatro,
para nosotros mismos, dicha actividad significó una reunión fuera de lo común con
los ideales de los grandes; significó un modesto pero sustancial acercamiento a
la cultura, dado que la literatura es cultura, como demostraron las etapas
previas en las que fue concebida la actividad, las intervenciones finales de
los asistentes, las recomendaciones que algunos de ellos nos pidieron y el
interés recién despierto que los invadió de pronto; significó que ese día contribuimos,
entre todos los presentes, con la “promoción, reforzamiento y garantía de la
vida en tanto humana”, como decía Savater, y con ello, no perder ni la
literatura en cuanto es arte, ni el alma en cuanto es vida.
Fotografía de Javier Zamora (Equipo de
Prensa USB). La actividad fue realizada en conjunto por Henry Ojeda, el Prof.
Luis Mora Ballesteros, el Prof. Bernardo Navarro y mi persona, en la USB en junio de 2014.