domingo, 19 de octubre de 2014

La migración: más allá de la cuestión geográfica

Esta entrada está conformada por las cuatro partes del Trabajo Final del curso Para leer la postmodernidad, a cargo de la Profa. Gina Saraceni (USB), y consiste en la exposición de la figura del migrante y del fenómeno migratorio en general desde una perspectiva artística (literaria-cinematográfica) y con referencias postmodernistas.
 
I - Para empezar
El modernismo filosófico acostumbró a la sociedad occidental a tener una visión teleológica sobre la vida, todo camino conduce a un único fin: la plenitud. Dicho nivel de satisfacción con el mundo exterior e interior es solo alcanzable a través de alguno de los grandes relatos, que según Jean-Francois Lyotard enLa posmodernidad (explicada a los niños) (1986) son los siguientes: el cristiano, el marxista, el iluminista y el capitalista. De acuerdo a cada uno de ellos, es a través de la buena fe, el bienestar común, la supremacía de la razón  o  del  trabajo,  que se puede  alcanzar  un  estatus  incomparable  de felicidad  y autorrealización.  Sin  embargo,  el  mismo  Lyotard, a como  el  filósofo  argentino  José Feinmann1 al utilizarlo como referencia, aluden al hecho de que esta perspectiva de la vidadirigida hacia un objetivo final, nac en el seno de las sociedades desarrolladas, es decir, en las comunidades poseedoras de la mayor cantidad de saberes y, por ende, con más poder entre las masas, por lo que no responden a la dinámica real de las relaciones humanas y causan  el  ocultamiento  de  las  particularidades,  las  deficiencias,  las  diferencias  y  las fracturas que habitan en esos espacios modernistas. Todo aquello que no se encuadre en los esquemas establecidos por el poder y sus diversos mecanismos de control era ignorado o apartado, tanto de las representaciones artísticas como de los estudios realizados por las distintas ramas del conocimiento.
En defensa de esa alteridad, de esa otra perspectiva posible, se plantea el posmodernismo,  pues  surge  la  necesidad  de  considerar  y  resaltar  la  existencia  de  lo diferente para contrarrestar la exclusión que existía. Para ello, la tendencia posmodernista apuesta por la multiplicidad de relatos en lugar del relato único o gran relato, y en algunos casos, por la deconstrucción del texto, e incluso de los esquemas de pensamiento, tal y como son conocidos. Feinmann hace referencia al rmino caleidoscopismo e ilustra esta forma ltiple de leer la historia citando a Gianni Vattimo, filósofo italiano, quien sostiene que la historia es como el dialecto”, en alusión a la existencia de múltiples dialectos en Italia, hecho del que se desprende la posibilidad de mirar desde varios ángulos la misma realidad y los hechos históricos. Ya no existe una forma única de narrar la historia, en su lugar hay un  multiculturalismo  muy notorio  que se convierte en  un  collage  de voces igualmente capacitadas para narrarla.
Entonces pues, resulta natural que en medio de la exaltación de todas las minorías históricamente ignoradas, se empiece a evidenciar la vida de todos quienes dejan de pertenecer a una sociedad establecida para integrarse en otra donde extrañamente lograrán alcanzar  un  verdadero  sentido  de  pertenencia:  los  migrantes.  Sea  por  razones  de colonización de los europeos, sea por la crisis económica provocada por los dos grandes conflictos mundiales, o incluso por el grado de desigualdad entre países del mismo continente, es acertado afirmar que Américay sobre todo América Latina- ha sido, por excelencia, el escenario predilecto del flujo migratorio en varios períodos de la era moderna y contemporánea, razón por la cual resulta interesante profundizar en este tema.
Más aún en esta época, donde los medios de comunicación y transporte masivo hacen de la migración y el desplazamiento fenómenos cotidianos y comunes, vale la pena reflexionar  sobre  el  proceso  de  abandono  de  la  propia  tierra,  las  fracturas  en  lo  más profundo  del  ser,  la  adaptación  y  la  nostalgia  que  caracterizan  a  estos  individuos  en continuo movimiento. En particular, resulta interesante profundizar en la irreversibilidad de dichos procesos y en las consecuencias que dejan en quien los sufre.
 

II - La ilusión de lo desconocido


"La realidad y la miseria me oprimen y, sin embargo, sueño todavía"

- Émile Zola



¿Qué situaciones o hechos pueden vencer el arraigo de un ser humano a su pueblo natal? ¿Tan fuertes pueden ser las adversidades que su propia tierra le presenta que le dan la capacidad de abandonar todo cuanto le es conocido para adentrarse en la búsqueda de un futuro más prometedor? Obviando los casos en los que el desplazamiento se produce como consecuencia del deseo de expandir las propias fronteras, sean estas intelectuales (en el caso de los estudiantes, profesores y profesionales que van a otro país de intercambio) o sean geográficas (deseo de los grandes emperadores y conquistadores de la historia), es una realidad innegable que la migración suele aparecer como opción viable cuando la vida, por diversas razones, se hace difícil en el lugar de nacimiento y existe el pensamiento, certero o infundado, de que en otro lugar se podría vivir en condiciones mejores.
En algunas ocasiones son las duras restricciones políticas, resultado de regímenes autoritarios y extremistas, las que, sin hacer caso de la protesta y de la manifestación cívica, originan el abandono de los libres –o los diferentes- hacia un lugar donde puedan vivir y expresarse mejor. La corrupción, el despilfarro de las autoridades y su complicidad con las organizaciones  criminales,  o  la  despreocupación  por  los  ciudadanos  comunes  pueden generar un sentimiento de abandono en los miembros de una sociedad determinada, causando que dejen de sentirse identificados con el ambiente que les rodea y decidan partir. Otras veces el movimiento obedece a las necesidades humanas más básicas: satisfacer el hambre propia y de la familia, mantenerse con vida y habitar en un sitio con las mínimas condiciones higiénicas para una subsistencia sana, que podrían no ser brindadas en un país azotado por catástrofes naturales, por duras crisis económicas o tras conflictos armados importantes.  Lo  cierto  es  que  enumerar  las  causas  que  llevan  a  un  ser  humano  a desprenderse de su tierra natal merecería un trato particular y mucho más desarrollado. Sin embargo, hay un elemento común en el imaginario de todo emigrante y es la imagen de que lo mejor está en otro sitio, de que las fuentes de trabajo, la comida, el dinero, la libertad y la independencia se encuentran allá, fuera de las propias fronteras y del propio alcance, y que por eso, por la sola idea de poder encontrarse frente a todas esas cosas positivas, vale la pena abandonarlo todo y partir.
El problema es que tan común como el fenómeno migratorio es la concepción vaga o errónea del lugar de destino, pues se origina en el individuo un sentimiento exagerado de que en ese otro sitio podrá vivir a plenitud, aún cuando no tenga más prueba de ello que el testimonio de un tercero que log regresar tras cumplir con sus metas. A menudo se desconoce, o se hace caso omiso, de las anécdotas desfavorables porque estas no alimentan la esperanza que representa la ilusión del otro lugar, no contribuyen con la imperiosa necesidad que tiene el marginado de creer en algo mejor a pesar de desconocerlo.
Un ejemplo de ello se puede apreciar en Paso del Norte (1953), de Juan Rulfo, cuando el protagonista le revela a su padre los motivos que le inducen a querer partir hacia el Norte:
Pos a ganar dinero. Ya ve usté, el Carmelo volvió rico, trajo hasta un gramófono y cobra la música a cinco centavos. De a parejo, desde un danzón hasta la Anderson esa que canta canciones tristes; de a todo, por igual, y gana su buen dinerito y hasta hacen cola pa oír. Así que usté ve; no hay más que ir y volver. Por eso me voy.
Otro ejemplo se encuentra en el documental Los Invisibles2, donde se le pregunta a una familia centroamericana cómo se imaginan ellos que son los Estados Unidos y ellos responden que la imagen que tienen es de una fotografía de cuando la niña de la casa estuvo de  vacaciones  en  Seaworld,  un  parque  acuático  donde  se  presentan  especculos  con delfines y ballenas, y esa imagen de lo que es bonito” y divertido” muchas veces basta para que tomen la decisión de desplazarse aún cuando esto implica muchas rupturas y fracturas no solo en aspectos fundamentales de la propia identidad sino también en la forma de entender y vivir la vida. La imaginación ha pasado a ser un hecho social y colectivo3, y ya no prevalece la realidad sobre el lugar de destino sino que la lógica cotidiana pasa a ser construida por todas esas esperanzas y relatos coloquiales de los conciudadanos también migrantes. Como dice Calle 13 en su canción Pal Norte, para un emigrante, el camino es lo de menos, lo importante es llegarlo.


  
III – Fisura, desgarro, fragmentación


(Irse) es un sueño de terror que convierte nuestras vidas en pesadillas, esa es una de las afirmaciones de los entrevistados en el documentalLos Invisibles, en la cual se evidencia la otra cara de la esperanza, la de las consecuencias duras e inhumanas. Antes de la partida, el individuo tiene sentimientos encontrados pues el abandono del hogar es tan relevante emocionalmente como la esperanza que significa el nuevo destino, pero, gracias a la inocencia que provoca la desinformación antes mencionada, es esta ilusión la que logra sobreponerse. El migrante parte sin brújula, sin tiempo, sin agenda, sin transporte y, en muchos de los casos, sin documentos que lo identifiquen y le den el estatus jurídico de ciudadano, o simplemente el de ser humano. Es entonces cuando comienza el proceso de desgarro de su propia humanidad, a través de la destrucción o la severa alteración de los elementos que la constituyen, a saber: la identidad, la cultura y la lengua.
El primero de esos componentes se modifica en la etapa del camino, del desplazamiento per se, pues como se evidencia en el documental antes citado, y en muchas otras representaciones artísticas y literarias como la canción de Calle 13 mencionada o el relato Paso del Norte de Juan Rulfo, el migrante ilegal se convierte en un intruso sin pasaporte, en un no identificado, un diferente que se asume delincuente, y entonces se ve sometido a la violencia no solo de los mecanismos de control del país destino, sino de las bandas criminales organizadas que aprovechan esta condición para hacer del migrante su víctima predilecta. Es perseguido, torturado, maltratado y hasta asesinado sin que quede rastro de ello, pues al haber perdido toda sujeción a una determinada nación por no tener documentos que lo acrediten como ciudadano, no existe un registro oficial donde esté inscrito: es invisible mientras está vivo, y es un desaparecido cuando muere. En el mejor de los casos, logra ponerse a resguardo de estas conductas hostiles a cambio de perder por completo su humanidad y servirse de medios absolutamente animales como deslizarse bajo la tierra como las ardillas- para pasar al otro lado de la frontera, sin saber lo que allí les espera. Un ejemplo de esto se encuentra en Los gallinazos sin plumas (1955) de Julio Ramón Riberyro, donde dos niños famélicos que han adquirido rasgos y actitudes animales debido a la dura crianza que han tenido, huyen heridos y enfermos hacia la gran mandíbula devoradora que es la ciudad de a, desconocida para ellos y donde ellos no existen.
Una  vez  atravesado  el  muro,  que  puede  ser  físico  o  meramente  simbólico,  se produce el choque cultural entre quien ha perdido su condición de ciudadano y la nueva sociedad con sus tradiciones y sus propios mecanismos de control, que naturalmente será reacia a aceptar al recién llegado. El inmigrante, aún ligado a la cultura de su tierra natal, se halla en desventaja con respecto a sus vecinos pues, al no tener espacios para ejercer sus costumbres y al estar adaptándose aún al nuevo lugar, no puede ser considerado miembro pleno de la comunidad en la que ahora se encuentra. Inicialmente es considerado como mano de obra y se le emplea para realizar los trabajos más pesados y peor remunerados, pues no tiene calificación legal alguna y su ausencia de identidad le impide reclamar por derechos que de otro modo sean los justos. Se produce el encuentro con otros inmigrantes y se establecen pequeños círculos donde se simulan algunos aspectos de la cultura perdida, por  lo  que  la  diferencia  existente  con  respecto  a  la  nueva  sociedad  nunca  logra  ser suprimida. El migrante funciona como una pieza insignificante dentro del gran mecanismo que representa la metrópolis que le sirve de destino, es reemplazable y, como el resto de quienes están en sus mismas condiciones, es irrelevante todo lo concerniente a su identidad.
Mientras la gran maquinaria siga funcionando, el grupo inmigrante solo constituye una masa indeterminada y dedicada enteramente al trabajo, se le supervisa (esa gente nunca le quita el ojo a uno en el trabajo) y se le reemplaza sin ningún tipo de reparos (“pusieron a otro en mi lugar para no parar el trabajo)  En La noche que volvimos a ser gente (1970)  de  José  Luis  González,  se  plantea  que  la  única  forma  en  la  que  los inmigrantes pueden recuperar su humanidad es a través de la falla de alguno de los mecanismos de la sociedad donde están inscritos; en ese caso, es la ausencia de energía ectrica lo que ocasiona la reunión de todos los puertorriqueños en los tejados de los edificios, de forma que estos vuelven a compartir su música, sus bebidas, la estadía con sus semejantes y vuelven a apreciar algo tan simple como las estrellas que brillan en el cielo, recuperando ala condición humana hasta entonces perdida.
Uno de los síntomas de este desmembramiento de la cultura y la identidad es la modificación de la lengua. El inmigrante, forzosamente, debe aprender a manejarse en los términos que utiliza la sociedad donde se encuentra, por lo que resulta natural que comiencen a existir lenguas híbridas como el spanglish, el itañol, entre muchas otras en las cuales  conviven  los  modos  gramaticales  y  las  palabras  de  la  lengua  nativa  con  los elementos de la nueva lengua. El migrante modifica su vocabulario y con ello su forma de describir y escribir el mundo se transforma completamente, pasa a ser una mezcla de culturas que, con el pasar del tiempo, será imposible de dividir en sus componentes originales.


  
IV – El imposible regreso y las marcas indelebles



"Es inútil volver sobre lo que ha sido y ya no es"

- Frédéric Chopin



La nostalgia es un sentimiento inevitable cuando se está lejos de la patria, por muchas simulaciones que puedan recrearse en los distintos lugares de tránsito donde el inmigrante se encuentre. El saberse rodeado de gente que ha compartido las mismas experiencias, que ha crecido en las mismas calles y comió la misma comida, el sentirse a proprio agio con las costumbres y los lugares comunes, es necesario para todo aquel que se ha alejado. El problema radica en que todos esos elementos anclados en el imaginario del migrante se modifican con el tiempo y el espacio recordado no se corresponde con el espacio existente en el momento de un eventual regreso, es decir, la ciudad en la que se nace no permanece inalterable en el tiempo, sino que se transforma con la construcción de nuevos edificios y vías, con la llegada de forasteros que implantan simulaciones de sus propias culturas en ella, y con las huellas de los altibajos políticos y económicos, que sin duda marcan hito en una población.
Entonces, ¿hasta qué punto es posible regresar al lugar de origen una vez abandonado? La evolución inexonerable de las sociedades hace que el deseo de regresar al lugar  perdido,  la  necesidad  de  sanar  la  orfandad  característica  de  la  migración,  sea imposible de alcanzar. En  la película  Cinema Paradiso  (1988), dirigida por Giuseppe Tornatore, se narra la historia de Totó, quien ha pasado treinta años fuera de Giancaldo (Sicilia), y recibe una llamada telefónica donde le informan que Alfredo, quien fuera su mentor, ha muerto. A lo largo del film se ve como el protagonista, a partir de la triste noticia, comienza a recorrer ese pueblo que conserva en su memoria, con las anécdotas que marcaron su vida y su relación con Alfredo, para luego volver y asistir al funeral, encontrándose con que Giancaldo ha cambiado dsticamente y que sus viejos lugares de esparcimiento, y en especial el Cinema Paradiso, están en proceso de demolición para dar paso a nuevas estructuras que satisfagan las necesidades de la sociedad que ahora vive en el pueblo.  Cuando  tiene  lugar  el  regreso,  la  nostalgia  se  desvanece  para  dar  paso  al desencanto.
Paralelamente a la desilusión por el “escenario” que ha mutado, se adquiere la conciencia de haber perdido la identidad y con ella parte de los vínculos afectivos  que unen al inmigrante con su tierra natal. Es por eso que el protagonista de Paso del Norte, al volver con la cabeza gacha a la casa del padre, afirma que lo mataron, porque todas las experiencias que ha sufrido en el camino han menoscabado los elementos constitutivos de su personalidad. Ya no tiene donde regresar, su casa ha sido vendida, su mujer lo ha abandonado, y ahora está destinado a vivir de forma errante, sin poder recuperar en el sentido más estricto de la palabra- todo lo que alguna vez tuvo. Cabe destacar que esta tensión inevitable no solo está presente en el sujeto que migra, sino que se transmiten todos esos elementos de la memoria, de la nostalgia, de la cultura original a toda la descendencia. De una u otra forma, la familia del inmigrante siempre tendrá que lidiar con las diferencias entre la cultura de sus progenitores y la cultura en la que ha nacido, es un migrante él también, sin haber vivido en carne propia los efectos del desplazamiento. Es común pues que tengan rasgos de la lengua nativa de sus padres, que conozcan sus manifestaciones culturales y que sientan la misma necesidad de simularlas en el lugar donde viven, aunque, como ya fue mencionado, estas simulaciones nunca son del todo efectivas.
Cuando se ha asumido la imposibilidad del regreso y se aprende a vivir con las marcas dejadas por el proceso migratorio, se renueva la nostalgia en quienes son más sensibles y lo añorado se convierte en el objeto predilecto de la dialéctica del sujeto y de las manifestaciones  artísticas  que  pudiera  realizar,  tal  y  como  se  observa  cuando  el protagonista de Garabatos (1970), de Pedro Juan Soto, quiere recrear todas esas escenas de su vida feliz pintando un cuadro, que tendríaun parecido melancólico a aquellas fotografías tomadas en las fiestas patronales () que formaban parte del álbum de recuerdos de la familia, en honor a su esposa, quien ya consumida por el proceso de migración y ruptura, lo recibe como un gesto ofensivo y lo destroza.
Se puede finalizar afirmando que las migraciones en la sociedad de la información actual son un asunto cotidiano inevitable e ineludible, que se ve propiciado a todo nivel por la existencia de medios de comunicación modernos, pero además son un fenómeno completamente irreversible por cuanto se traducen en profundas fracturas en los elementos constitutivos de la vida de todo ser humano que son: la cultura, la lengua y la propia identidad, no solo en el sujeto que migra sino en toda su descendencia, pues los remanentes de esa memoria se transmiten entre generaciones y se ven sujetos a nuevos sistemas de referencia con mecanismos de control diseñados para la exclusión y el señalamiento a quienes son diferentes. La divergencia con otras épocas radica en que la tendencia posmodernista suele ver esta alteridad como un enriquecimiento, como un hecho a resaltar y tomar en cuenta, y no más como un tabú social. Cada vez los invisibles son menos, porque hay testimonio sobre sus vivencias y las representaciones artísticas a cualquier nivel se esfuerzan en señalarlos y gritarle al mundo entero que están allí.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA


(1) Vídeo Los Posmodernos (Filosofía Aquí y Ahora)” dividido en dos fragmentos y conducido por el filósofo argentino José Pablo Feinmann, disponible para consulta en Youtube.


(2) Documental Los Invisibles, realizado por Amnistía Internacional, Gael García y Marc
Silver, y publicado en 2010. Disponible para consulta en Youtube.


APPADURAI, A.; La Aldea Global, Secciones del libro "La modernidad descentrada", Fondo Cultura Económica, México. Versión digital disponible en: http://www.globalizacion.org/biblioteca/AppaduraiAldeaGlobal.htm


RIBEYRO, J., Los gallinazos sin plumas, 1955. Versión digital disponible en:


RULFO, J., Paso del Norte”, 1953. Versión digital disponible en:


SOTO, P.; “Garabatos”, 1970. Versión digital disponible en:


Trabajos Audiovisuales:


- Cinema Paradiso, Película de Giuseppe Tornatore,1988, Italia.
- Pa’l Norte, canción de Calle 13, 2007, Puerto Rico.

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