Esta fue la propuesta de lectura
que presenté en la actividad “Cien años de… Cortázar” en sus tres ediciones (Junio 2014 para la Sede Sartenejas, la Sede Litoral, y
Octubre 2014 para los estudiantes participantes en el programa PROACTIVA 2014,
ofrecido por el Decanato de Estudios Generales de la Universidad Simón
Bolívar). Un fragmento de la presentación puede observarse en este enlace.
“Continuidad de los parques” es un relato publicado por primera vez
en la segunda edición del libro Final del
juego de Julio Cortázar, en 1964, y que, como tantos otros textos del
autor, tiene una dimensión lúdica cuyo objetivo es convertir al lector en un partícipe
más de la obra. De esta forma, las figuras del narrador omnisciente y del
lector recipiente se hacen obsoletas y en cambio se abre una oportunidad para
la metaficción, o lo que es lo mismo: la ficción se ofrece como un espacio para
reflexionar sobre sí misma.
Una lectura – más extensa que la
lectura literal- del relato permite establecer la siguiente secuencia de
hechos:
(1)
Se describe al lector como un lector pasivo que “consume”
la novela sin involucrarse en “el drama que también debería ser el suyo”, para él
la lectura representa una alienación de su realidad y no una inscripción en una
realidad nueva. El lector representado en la historia es uno que “no quiere problemas sino soluciones, o falsos
problemas ajenos que le permiten sufrir cómodamente sentado en su sillón”.
(2)
Se pasa entonces a la escena de los amantes donde hay
desorden, ya el escenario no es un parque (jardín ordenado) sino que ahora es
naturaleza, es un “mundo de hojas secas y senderos furtivos”. Los adjetivos
cambian (la comodidad, la seguridad de estar en una casa da paso a la zozobra, el
relato toma un carácter más violento y emocional). En este punto intermedio,
tanto el lector del relato como el lector representado dentro del mismo, pueden
identificarse y sentir cierta empatía respecto a la historia amorosa, sin
llegar a involucrarse de lleno en el texto.
(3)
Por último, tiene lugar la confrontación entre el
lector-pasivo (cómodo, consumista, representado en la historia) y lector
partícipe (amante apasionado, violento). El encuentro entre ambos planos y la
insinuación de dos planos más (lector-real y autor por encima), la posibilidad
de que todos pueden ser leídos, y se produce la identificación del lector-real
con el lector-cuento.
El relato se interrumpe sin un
final conclusivo. Al producirse la fusión de ambos planos, no hay quien lea la
novela, pues el lector está a punto de ser apuñalado. Y si no hay quien la lea,
no hay novela. Sin embargo, el lector-real sobreentiende lo que pasó. He aquí
el logro de Cortázar con esta obra: el lector-real, consciente o –mejor aún-
inconscientemente ha tomado parte del texto y le ha escrito, en su mente, un
final.
Cortázar, entonces, convirtió al
lector pasivo en un lector partícipe por medio de la confrontación. Por medio
de la misma confrontación que representa escrita en el texto. Pero, por si eso
fuese poco, también plantea –dentro y fuera del texto- la posibilidad de que la
literatura sea capaz de enfrentarse y superponerse a la realidad, e incluso de “apuñalarla”,
y hace que el lector se convierta en una pieza clave de su juego.
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