lunes, 12 de marzo de 2012

Mi molesto “otro yo”, ¿también soy yo?

     En su cuento titulado “William Wilson”, el escritor americano Edgar Allan Poe pone en escena, a través de una trama intrigante, un tema íntimamente relacionado con la naturaleza del ser humano: la tensión y el carácter complementario existentes entre la conciencia y la pasión, la moral y el instinto. Al ser un tema tan interesante, ha estado presente en casi todas las expresiones de cultura a nivel mundial y como prueba de esto, está el también cuento del venezolano Ednodio Quintero, titulado “El Agresor Cotidiano” que, a pesar de tener una extensión mucho menor que el cuento de Poe, trata el tema con una profundidad y una perspectiva muy similares.

     La primera historia, la de Poe, comienza presentándonos a un narrador, que se hace llamar William Wilson, que decide relatar la historia de su propia vida haciendo énfasis en un detalle en particular: la presencia constante de un personaje que comparte su mismo nombre, sus mismos datos personales y hasta su misma cara. Pero lejos de presentarse como un personaje pasivo, este segundo Wilson está en continua competencia con el Wilson narrador, vigilando cada paso que da, recordándole lo que está bien y lo que está mal, lo que nos lleva a entender a lo largo de la historia que es su conciencia. Por otra parte, en la segunda historia, se presenta un narrador anónimo que también está envuelto en una continua lucha con el otro que ha tomado demasiada relevancia en su vida y ahora debe ser destruido, debido a la repulsión que causaba.

     Se puede decir que, a pesar de compartir características como el narrador en primera persona, hay notables diferencias entre ambos cuentos. Una de ellas es el tipo de lenguaje usado, que en “William Wilson” es complejo, anticuado y emotivo, con presencia del discurso directo en contadas escenas (diálogo entre ambos Wilson, diálogo narrador-lector), mientras que en el cuento de Quintero es un lenguaje más moderno y manejable, distanciado y sobrio, por lo cual pierde un poco de dramatismo en su narración. Otra diferencia destacable es el uso de las descripciones, que en el cuento de Poe son extensas y vienen acompañadas por referencias culturales e históricas, logrando así conectar al lector con un contexto muy específico; mientras que en “El Agresor Cotidiano” las descripciones son menos precisas y van directo al grano, ofreciendo al lector una visión general de las situaciones, fomentando tal vez un mayor esfuerzo imaginativo de su parte. Además, por muy similares que parezcan los finales (confrontación violenta entre ambos), hay que destacar una diferencia: el final del cuento de Quintero es un final abierto, no queda claro el desenlace y por ello queda como un estímulo al lector, quien interpretará o tratará de darle un cierre usando su propia imaginación.

     Por otro lado, apartando las diferencias, las semejanzas entre ambos textos son evidentes y además del uso de comparaciones de tinte metafórico y de descripciones, hay una que resalta por sobre el resto: el epígrafe. Esa pequeña frase al inicio del cuento, que sirve como clave de lectura para hacer que el lector entienda mejor el tema, es un recurso muy útil y tanto Poe como Quintero parecen coincidir en eso. En “William Wilson”, el epígrafe es una frase de Camberlayne referida a la conciencia, lo cual desde un primer momento pone al lector sobre la pista de que el segundo Wilson no es otra cosa sino la conciencia del primero. Mientras que en el cuento de Quintero está referido al espejo y más precisamente al hecho de encontrarse a sí mismo al mirarse en él, y se relaciona con el final del cuento donde uno y otro están confrontándose hasta que se dan cuenta de que se hallan, en la misma posición, uno frente al otro.
     
     Pero, ¿qué quería decirnos Poe al presentarnos “la muerte de la conciencia”?¿Qué quería expresar Quintero con el “efecto espejo” del final? Tal vez al presentarnos la dualidad existente en sus personajes, ambos autores buscaban hacernos partícipes de esa gran realidad de nuestra naturaleza humana: en determinados momentos de la vida, podemos sentir que somos otra persona y que esa otra persona nos resulta desagradable o contraria, pero a fin de cuentas ese alguien que nos estorba es sólo una parte de nosotros mismos. Sin importar si domina el instinto (caso de William Wilson) o lo racional/moral (caso del narrador del cuento de Quintero), ambas partes conforman un mismo ser: cada uno de nosotros. Y, al presentarnos la muerte de la conciencia como la muerte de una parte de nuestra propia alma o al mencionar la sorpresa de descubrir al otro levantando el hacha igual que el yo, los dos autores podrían estarnos invitando a la reflexión sobre el carácter permanente que debe tener esa lucha entre uno y otro, podrían estarnos diciendo que en lugar de verlo como una lucha, debemos entenderla como una tensión complementaria o balance. Quizás quieren que entienda que mi molesto otro yo, también soy yo.

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